La gente que leemos, tendemos a idealizar a los que escriben, más cuando se trata de autores consagrados por crítica y público, que han recibido los mayores galardones literarios, como es el caso de Muñoz Molina.
Pensamos en ellos como seres extraordinarios, les revestimos de un aura especial, entre genios y sabios, esperando, cuando tenemos oportunidad de escucharles en persona, un no se qué, una intervención brillante, una revelación que nos haga cómplices de algo....
Y de repente nos encontramos con un hombre corriente, que no tiene una oratoria especialmente brillante, que contesta a las preguntas en un tono entre académico y displicente, que no se siente intimidado por los más de mil lectores, pero que tampoco transmite la sensación de estar conmovido o emocionado.
Entonces recuerdo el escalofrío que me produjo la lectura de "Plenilunio", todas las reflexiones y dudas que despertó en mí la lectura de "Sefarad", lo que disfruté con "La noche de los tiempos" y en cómo leyendo "Cuando todo era sólido" pensé en cómo ese hombre había sido capaz de expresar en palabras lo que todos pensamos.